En el callejón de las malas opciones

El Gobierno limitó aún más el acceso al dólar oficial con el argumento de evitar una devaluación que, en los hechos, ya existe. Temores por una mayor aceleración inflacionaria.

La dinámica de las importaciones finalmente empujó una reacción oficial que venía dilatada en las formas pero no en el fondo, sobre todo por la baja capacidad para retener dólares y la imposibilidad de ejercer un control de daños. Pasó lo que tenía que pasar, simplemente porque el Gobierno hace tiempo que eligió dilatar para existir. En la Casa Rosada y anexos, la explicación de bolsillo es la misma: es esto o devaluar, como si no hubiera, hace rato, una devaluación de facto que corre el arco casi a diario. En todo caso, lo que se entiende por devaluar es, en rigor, transparentar. Por lo tanto, lo aquí se juega es ver, en público, a quién le pertenece la mano que correrá la cortina. En el oficialismo le apuntan al mercado y a economistas ligados al macrismo. Pero el plan “aguantar” no lo inmuniza del riesgo de que la bomba estalle antes de tiempo, en medio de una nueva oleada de versiones sobre una inminente salida del ministro de Economía, Martín Guzmán . Ahora trascendió que, antes de la reunión con la vicepresidenta Cristina Fernández , el economista Carlos Melconian (al frente del Ieral de Fundación Mediterránea) también mantuvo un encuentro con el presidente de la Cámara de Diputados, Sergio Massa . Como sea, en los últimos días Guzmán sólo tuvo ojos para dos focos de incendio. Uno fue la corrida sobre la deuda en pesos, un territorio en el que el equipo de Hacienda quedó obligado a una guardia de cenizas permanente. El tamaño del estrés se puede medir, por ejemplo, en el tremendo salto que tuvieron en un mes las tasas internas de retorno (TIR) de ciertos instrumentos. Hay Lecer (letras del Tesoro en pesos que ajustan por CER) que están entre 15 y 20 por ciento más inflación. Para que la cosa no fuera aún peor, el Banco Central aportó 750 mil millones de pesos en compra de bonos y otros 377 mil millones en adelantos transitorios para financiar el gasto. O sea, en un mes emitió más de un billón (millón de millones) de pesos para atacar la hipertensión que se generó en el mercado de deuda local. Con sarcasmo, muchos brokers repiten que el mercado de capitales argentino, pequeño de por sí en comparación con otros de la región, ha quedado reducido en la práctica a un solo jugador: el Banco Central. La entidad que encabeza Miguel Pesce también monopolizó el bosque de las divisas, donde estaba el otro incendio que preocupaba a Economía. Con el bloqueo a las importaciones y empujones a las principales cerealeras para que adelanten liquidaciones por exportaciones, el Central pasó la gorra solito y quedó casi alineado con la meta de acumulación de reservas comprometida con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para el primer semestre. Pírrico por donde se lo mire. La Cámara de Importadores (CIRA) difundió un estudio, con datos oficiales, para explicar qué hay detrás del “festival de importaciones”. El 40 por ciento del aumento en los pagos es explicado por la demanda de energía, que además hay que abonar al contado. El resto es un mix de reactivación tenue y suba de precios internacionales, aunque el presidente Alberto Fernández prefiera hablar de una “crisis de crecimiento” . Nada bueno puede salir del callejón de las malas opciones. Son mayores costos ahora y mañana. El desarme de posiciones de los bonos en pesos abrió una enésima canaleta de dolarización. Con el tapón importador, pasa lo mismo. Hay más pesos dando vueltas que, de hecho, ya presionan sobre los dólares financieros y aumentan la brecha cambiaria. En definitiva, malas señales para la dinámica inflacionaria, con una suba de precios anual que, en las proyecciones privadas, ya se empezó a despegar del 70% para acercarse al 80%, incluso con la previsión de un estancamiento en el nivel de actividad durante el segundo semestre. En esa encrucijada se chocan varias eventualidades: habrá sectores en los que caerá la producción por falta de insumos, lo que se traducirá en una menor oferta con impacto en los precios, un eslabón sensible que también tendrá ruidos por importaciones con dólares financieros que implican mayores costos y, por ende, precios más caros.

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